Durante los primeros años de vida los niños juegan, cantan, bailan y dibujan, de manera natural. Estas actividades son fundamentales para desarrollar su sistema sensorial, motor, cognitivo y emocional, lo que les permite a los niños aprender a aprender.

La educación artística por lo tanto, contribuye al desarrollo integral y pleno de los niños y jóvenes, aportando a la formación de habilidades y destrezas como la creatividad, la innovación o la curiosidad; despierta el poder imaginativo, estimula la fantasía, contribuye a la formación de la personalidad, la confianza en sí mismo, el respeto y la tolerancia.

En la edad adulta, la formación artística contribuye a la estimulación cerebral, retrasando el envejecimiento. A través del trabajo creativo, se ejercita la memoria, el sentido espacial, de las proporciones; sin contar con los beneficios terapéuticos: alivia el estrés, mejora la ansiedad, permite una mayor concentración y hace posible la interacción social. 

La formación artística entonces, es importante en todas las etapas de la vida, especialmente en la niñez y en la adolescencia porque ayuda a la formación de seres humanos sensibles, empáticos y creativos. En la adultez alivia las cargas del día a día y estimula la interacción social. 

 

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